martes, 23 de marzo de 2010

El amor y la Ley de la Atracción

La Ley de la Atracción

¿Tengo que perseverar o dejar ir? Estoy ahora mismo sumergida en esta incertidumbre. Me toca muy de cerca y es algo de lo que rehuyo hablar o escribir, aunque creo que llegados a este punto, lo tengo que hacer. El otro día Víctor Espejo, un fantástico coach, nos envió un e-mail con el título "lo que tengo que dejar ir..." y me negué a abrirlo.

Por un lado está la perseverancia, si quieres algo tienes que perseverar y tener fe porque sucederá. Pero, ¿qué pasa cuando hay otra persona involucrada? ¿Y si uno de los dos persevera y el otro no? Es un tema bien doloroso. Es algo a lo que, aunque te haga daño, tienes que enfrentarte. Me está haciendo muchísimo daño a mí. Necesito expresarlo, soltarlo, dejarlo escrito. Me alivia.

¿Soy yo? ¿Me estoy aferrando a él? Ahora es una relación a distancia. El tiempo que pasamos juntos, viviendo juntos, saliendo juntos, cenando juntos, viajando juntos... ha sido el más feliz de mi vida. Tengo que pensar que se repetirá. Tengo que tener fe. Ahora mismo vivimos a 10 horas de avión, que así dicho no queda ni tan lejos. Los dos trabajamos y no vemos cómo podríamos hacer para volver a estar juntos.

Y sin fecha a la vista siento que él lo está dando por perdido, que se le acaban las esperanzas, que llama menos y cuando lo hace es menos cariñoso, que lo hace más por cumplir que por desear hablar conmigo. Y duele. Eso duele.

Y volviendo al principio, yo persevero, tengo fe, soy positiva, soy muy positiva, salgo con amigas, hago mi vida, soy feliz o por lo menos lo estoy intentando con todas mis fuerzas y pienso que puede ser que sea porque hace unas semanas él empezó a trabajar y ahora tiene menos tiempo para hablar conmigo, y que cuando habla conmigo está cansado y tantas cosas pienso que ya no sé qué pensar. ¿Cómo podría yo desde aquí hacer que tuviera fe? No puedo.

Hay tantas historias de mujeres y hombres que perseveran y luego consiguen lo que desean. Yo quiero ser una de ellas. El otro día una muy muy buena amiga me dijo que la recompensa después es tan dulce que merece la pena.

De esto no puedo hablar con mucha gente. Mi tía me dijo una vez que yo, como la luna, tengo dos caras. Es cierto. La cara que todo el mundo ve, muy buena, muy positiva, siempre sonriendo, siempre alegre, siempre feliz ... y la cara oculta, esta que ahora mismo te enseño. Y te la enseño porque nunca me conocerás, porque jamás querré conocerte, porque podrías hacerme tanto daño sabiendo mis secretos, mis debilidades, que no te quiero conocer. Llegarías directo al corazón, sin muros, sin barreras, directa al nervio y por eso está tan bien protegida.

Después están todas las tácticas, consejos, de mujer a mujer, que hacen que ellos te echen de menos, te necesiten, te vuelvan a desear. Estando lejos son difíciles de aplicar, la distancia enfría, hace que lo que antes estaba tan cerca ahora sea un mero recuerdo, hace que guardes las fotos en un cajón, hace que te olvides.

Ya no sé qué puedo hacer. Puede que no deba hacer nada. ¿Pero cómo no intentarlo? Quiero sentirlo otra vez, esa felicidad, estamos aquí para ser felices ¿no? Aunque si fuera tan fácil, todo el mundo sería feliz, y no es así. La gente desiste, se deja vencer, cae derrotada ante sus propias inseguridades, ante sus miedos, ante sus orgullos. Cuando llegan donde yo estoy, e incluso antes, abandonan, se convencen a sí mismos de que encontrarán algo mejor, y no es así. Yo misma pienso en otros pretendientes, otros hombres y en el fondo se que son un repuesto, un sustituto pero que no me harán feliz.

Bueno, ya estoy mucho más tranquila. Hacía semanas que no lloraba y hoy, escribiendo estas líneas, lo he hecho. Gracias. Lo necesitaba. Ahora estoy mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario